Podría esperarse que esta noticia tendría que haber llegado hace muchos años, pero lo cierto es que Sanyo ha resistido hasta 2016 con su fábrica china de fabricación de reproductores de VHS, todo y que la empresa en realidad es de origen japonés.
Lo cierto es que el volumen de ventas no ha sido un inconveniente para seguir creciendo a nivel empresarial. Sólo en el año 2015 Sanyo registró una cantidad de ventas cercana a las 750.000 unidades, también sorprendente si tenemos en cuenta la gran cantidad de años que hace desde que la salida del formato digital con el disco DVD había arrebatado el liderazgo del mercado audiovisual al VHS que mantuvo en los años 80.
En realidad el problema ha venido desde el mundo de los componentes. No había suficientes componentes en el mundo, así de sencillo. Sanyo se encontraba en la difícil problemática de que para construir (por no hablar de reparar) las unidades de grabación VHS, el coste por el que debía invertir para conseguir los componentes adecuados crecía exponencialmente, conforme las piezas eran cada vez más difíciles de encontrar.
Esto incrementaba lógicamente los costes de producción a unos límites que ninguna empresa se podría plantear abarcar. Pero la cosa no terminaba ahí. En realidad a esta situación también se unía el mercado mundial, completamente hundido ante soluciones audiovisuales de una calidad tan importante que el VHS sólo podía ser barajado como posibilidad para los coleccionistas y nostálgicos. Por tanto si las ventas tampoco acompañaban, Sanyo debía reducir el previo de venta al público hasta niveles prácticamente idénticos que los del coste de fabricación, incrementado precisamente por la falta de componentes que ya hemos especificado.
La conclusión era la imposibilidad empresarial de mantener una empresa en estas condiciones, por lo que Sanyo ha decidido cerrar la fábrica, no sin antes querer hacer algo de ruido. Y es que el hecho de que ya no se vayan a fabricar más reproductores de VHS, ha convertido a las últimas unidades anunciadas en obras de arte a nivel histórico, tecnológico y especulador, por parte este último de ávidos coleccionistas que pagarían una fortuna por alguna de estas piezas únicas e insustituibles.
