Tan solo cuatro cuartas contadas con la palma de la mano separan el espacio que hay entre los asientos de quienes viajan en clase turista con Iberia. Esto supone, no solo un problema de comodidad, sino también de seguridad.
El poco espacio entre asientos implica no poder disfrutar, ni por asomo, de un viaje cómodo. En primer lugar porque las piernas prácticamente rozan el respaldo del asiento de delante, lo que imposibita poder estirarlas; aunque ese es el mejor de los casos, puesto que las personas de mucha altura pueden, directamente, acabar con las rodillas aprisionadas contra el respaldo. En segundo lugar, este poco espacio hace imposible que el respaldo se puede hacer hacia detrás, al menos sin correr el riesgo de propinar un golpe en la cabeza del pasajero del asiento de atrás.
Por otro lado, el principal inconveniente de este espacio tan limitado tiene que ver con la seguridad. En caso de fuertes convulsiones en el aire, o de aterrizajes algo bruscos, existe un riesgo bastante alto de que alguno de sus pasajeros acabe con su nariz en la parte de atrás del respaldo del asiento de delante.
También conviene destacar las dificultades que puede entrañar para una persona de gran corpulencia acceder a estos asientos. Para estas personas puede resultar prácticamente imposible acceder a los asientos centrales o localizados junto a la ventanilla.
Muchos pasajeros señalan su disconformidad por no poder disfrutar de un mínimo de comodidad en los viajes con Iberia, sobre todo teniendo en cuenta que no se trata de una aerolínea de bajo coste. Quizá por cosas como éstas la aerolínea española esté registrando muy poca ocupación en algunos de sus vuelos.
